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martes, 2 de abril de 2013

El legado cultural hispano-árabe : Historia


La presencia de los musulmanes en España como sociedad organizada, fue casi de ocho siglos; pero su permanencia en la sociedad española con formas culturales propias se prolongó otro siglo más, hasta 1609 en que fueron expulsados por el rey Felipe III.
No ha habido acontecimiento tan prolongado, ni más determinante y decisivo en nuestra agitada historia que la invasión árabe.
La península ibérica es la zona de Europa mediterránea donde tuvo lugar el encuentro más duradero e íntimo entre cristianismo e Islam. Al-Andalus, como llamaron los árabes a las tierras peninsulares conquistadas, fue el foco de irradiación cultural que mayor importancia ha tenido en el desarrollo no solo de la península, sino de toda Europa Occidental e incluso de las nuevas tierras que posteriormente se descubrieron.
La llegada del Islam a la península, con un número no superior a los 50.000 invasores de distintas etnias y casi prácticamente analfabetos, no supuso la desaparición de la cultura hispano-visigótica.
Numerosos nobles y clérigos se desplazaron hacia el norte temerosos de sufrir represalias de los recién llegados, pero otros muchos permanecieron en al-Andalus manteniendo sus costumbres y sus propiedades e introduciéndose, algunos de ellos, de forma importante en el tejido social de los vencedores. En la primera época la cultura visigótica continuó su desarrollo, si bien la lengua árabe, característica común de los invasores, fue extendiéndose entre los hispanos por necesidades administrativas.
Gran parte de la población hispana conservó la religión oficial visigótica, constituyendo un numeroso grupo, los mozárabes; que tenían la condición de protegidos (dimmies), gozando de una autonomía muy amplia, aunque gravada con mayores impuestos y su presencia fue importante en las grandes ciudades, viviendo en armonía con los musulmanes. Tenían un gobernador o conde (qümis) responsable de la comunidad, recaudadores especiales, magistrados propios que aplicaban el antiguo código gótico del Liber Judicum, y disponían de iglesias y conventos. La mezquita de Córdoba fue inicialmente una iglesia utilizada conjuntamente por musulmanes y cristianos, hasta que Abd al-Rahman I compró a estos su parte para iniciar su construcción.
Los matrimonios mixtos fueron frecuentes; preferentemente, debido al carácter patrilineal de la sociedad árabe, entre musulmanes e hispanas. El hijo de Muza, el conquistador de al-Andalus, se casó con la viuda del rey Rodrigo, y una nieta del rey visigodo Witiza, llamada en las crónicas Sara "la Goda", se casó dos veces sucesivas con destacados personajes de la aristocracia árabe.
El papel de los mozárabes fue de gran importancia en el proceso de intercambio cultural. Muchos de sus dirigentes se arabizaron, tomando a menudo nombres árabes y adoptando en sus formas de vida los modelos de la aristocracia árabe creados en el Oriente. Su participación en la vida social, incluso política de los musulmanes fue muy activa y cada vez más intensa, aumentando el número de los que se convertían al islamismo. Algunos textos religiosos cristianos, como los Salmos, se tradujeron al árabe.
El cordobés Alvaro en el siglo IX se lamentaba: "...Los cristianos han olvidado hasta su lengua religiosa, y entre mil de nosotros difícilmente encontraréis uno solo que sepa escribir medianamente una epístola en latín a un amigo. Pero si se tratase de escribir en árabe, encontraréis gran cantidad de personas que se expresan fácilmente en esta lengua con gran elegancia y los veréis componer poemas preferibles, bajo el punto de vista artístico, a los de los mismos árabes..."
A partir del siglo IX, el número de conversos al Islam aumentaron considerablemente. Puesto que no existía la conversión forzosa, los cristianos que se convirtieron, los muladíes, lo hicieron por diversos motivos. Es fácil suponer como bastante probable que las ventajas materiales y sociales de la nueva posición ofrecía, fuera uno de los más determinantes.
Durante los años 850 a 859, estas crecientes conversiones originaron un episodio de confrontación religiosa muy crítico. Algunas personalidades religiosas alarmadas ante la creciente pérdida de identidad reaccionaron de forma violenta, provocando un movimiento de martirios voluntarios. La solución era muy difícil; las autoridades islámicas convocaron a los obispos a un concilio en el año 852 para poner fin a aquella situación, agravada además por disensiones entre los mismos cristianos, pero fue un fracaso.
A partir del siglo X, la sociedad de al-Andalus, sobre todo la urbana, era mayoritariamente musulmana, llegando el proceso de islamización su punto más alto. La mayoría de la población de al-Andalus, constituida por muladíes y mozárabes, hablaba romance, si bien con una progresiva introducción de palabras árabes, que quedaba como lengua de los grupos política y culturalmente dominantes quienes a su vez hablaban romance.
Es en esta época, en el califato de Córdoba, cuando el desarrollo hispano-árabe alcanza cotas sobresalientes, resultado del continuo proceso de asimilación de los modelos culturales provenientes de Oriente, adquiridos gracias a los intercambios de todo tipo iniciados por Abd al-Rahman I en la segunda mitad del siglo VIII que abrieron al-Andalus a todo el conocimiento de egipcios, sumerios, akadios, fenicios, hebreos, así como de Grecia, Persia, India, China y de Bizancio, recogido y desarrollado por los árabes de Oriente.
Los árabes introdujeron el sistema de numeración de posición; hicieron del álgebra una ciencia exacta y sentaron las bases de la geometría analítica. Construyeron planetarios, determinando los eclipses de Sol y de Luna. La astrología se afianzó sólidamente en las cortes islámicas, llevando los astrólogos un uniforme propio como distintivo de su rango.

Los amplios conocimientos agronómicos llevan a experimentos tales como la aclimatación de distintas especies en jardines botánicos y la polinización artificial. Todo el saber en este campo se recoge en una obra que ocho siglos más tarde, el conde Campomanes mandó traducir para la formación de los agricultores de su época.
La práctica de la medicina era, así mismo, muy considerada y partiendo de los conocimientos griegos, se hicieron importantes descubrimientos como la diferencia entre viruela y sarampión y la circulación sanguínea. Se conocía el absceso de pericardio, la traqueotomía, diversas técnicas quirúrgicas, así como el tratamiento de fracturas.

En cuanto a la expresión artística, el Islam alcanzó una gran belleza y sensibilidad que, en la arquitectura y artes menores, podemos observar en las obras que han llegado hasta nosotros. La música, a pesar de que la primitiva tradición coránica la censuraba, formó parte de los pasatiempos de todas las clases sociales, rivalizando los gobernantes por contar con los mejores músicos, cantores y bailarinas.

Aparecen nuevos productos e industrias, tales como el azúcar de caña, sustituyendo al hidromiel utilizado entonces; el gusano de seda y su cultivo; el desarrollo del algodón y el papel, procedimientos para tallar el cristal de roca; la molienda con molinos de viento; métodos de enfriamiento como el botijo y los sorbetes (del árabe sarab o del persa suripu) a los que los médicos atribuían propiedades curativas.
En fin, una cultivada cultura que abarcó cualquier rincón del conocimiento humano y que sobrepasó las cambiantes fronteras cristiano-árabes, llegando al Occidente europeo, donde la civilización árabe fue objeto de admiración y estudio.
Los reyes hispano-cristianos no fueron ajenos a este proceso de acercamiento a las costumbres de sus vecinos. La sociedad urbana y artesanal de al-Andalus era la referencia para la nobleza de los reinos cristianos inicialmente muy rural izados. Ambos bloques, al margen de sus enfrentamientos militares, mantuvieron relaciones comerciales, con intercambio de productos acabados islámicos por materias primas cristianas, favoreciendo la transferencia cultural.

En definitiva, la civilización hispano-árabe supuso un puente de gran importancia por el que llegó a nuestros días gran parte del conocimiento griego. Solo con fijarnos en nuestro actual idioma, vemos como permanecen en él cerca de unos cuatro mil arabismos que nos permiten vislumbrar el gran bagaje de nuevas ideas y conocimientos que aportaron los árabes a nuestra cultura.


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